miércoles, 13 de enero de 2010

Paul Ratier, una de mis fibras sensibles favoritas


Hace unos años el director de una revista del grupo editorial en el que trabajo me felicitó por el nacimiento de mi hija pequeña y me dijo: «Antes de que te des cuenta andará con un chaval que no sabrá ni dónde está Altamira». La idea no me preocupó especialmente y pensé que hay cosas ante las que uno nada puede hacer. Pero casi de manera inmediata me vino a la mente una historia paralela: la de las pinturas de las cuevas, la de su descubridor y la de Paul Ratier. Demasiadas cosas se agolpaban en mi cabeza y sentí la necesidad de contarlas. Total, que me puse a ello y, a vuelapluma, me salió un relato breve curioso. No podría reproducirlo, pero ahora sí me siento con ánimos de recordar su esencia.

En 1875 un pastor habla a don Marcelino Sanz de Sautuola sobre la existencia de unas cuevas en el Prado de Altamira. Éste acude al lugar y recoge algunos restos arquelógicos. Tres años después visita la Exposición Universal de París y observa unos objetos prehistóricos que le recuerdan a los otros por él descubiertos. Decide volver a la cueva en 1879 con su hija y es entonces cuando descubren las espectaculares pinturas: la Capilla Sixtina del Arte Rupestre. No será hasta más de 20 años después cuando se certifique su autenticidad. Es un período duro, de dudas, de infamias, de acusaciones malintencionadas. Y es aquí donde cobra importancia la figura de Paul Ratier.

¿De quién? ¿Quién es Paul Ratier? Sabemos que era un pintor sordomudo, nacido en Lorient (Francia) en 1832 y que falleció en Santander el 7 de mayo de 1896. Suyo es el cuadro de Santa Lucía con los ciegos, que figura en el altar mayor de la Iglesia del mismo nombre en la capital cántabra. Pero tal vez su obra más conocida sea la primera reproducción del techo de Altamira que le encomendó, precisamente, su protector, Marcelino Sanz de Sautuola.

Fruto de esa relación fueron las infamias que el pintor tuvo que sufrir, en las que se indicaba que él había sido el verdadero autor de las pinturas de la cueva. Se da la circunstancia de que por aquella época Ratier pasó algunas temporadas en la casa de su mecenas, en Puente San Miguel, localidad muy cercana al emplazamiento de la cueva (a unos 3 km en línea recta). Parece que al menos algún motivo sí que había para dudar, y que las coincidencias jugaban en contra de la dupla Ratier-Sautuola...

Don Marcelino -bisabuelo de Emilio Botín- murió en 1888 sin ver reconocida la autenticidad de las pinturas por él halladas. Y Ratier perdió a uno de sus grandes apoyos. Paul Ratier y Josse fallecía en 1896, casi en la indigencia, tras una implacable tuberculosis. Dicen que Ratier sufrió muchísimo con esas acusaciones que le tildaban de falsificador. Su condición de sordomudo, además, no le ayudaba en su defensa precisamente...

Pero, ¿qué vínculo existe entre Ratier y el que escribe? ¿Qué hace que para mí la simple mención de Altamira dispare mi imaginación, el recuerdo, y la necesidad de rendir homenaje a un artista? Muy sencillo. Desde hace muchos años he tenido la fortuna de poder contemplar una obra suya de manera muy cercana. Es un cuadro pequeño, oscuro en apariencia, pero que bien iluminado permite ver muchas cosas. Creo recordar que es de 1865, pero hablo de memoria. Siempre hemos aludido a él como Santander de noche o, más románticamente, Santander la nuit. Al fondo se aprecian la Catedral y el Castillo de San Felipe. En primer plano vemos el Muelle, con embarcaciones del estilo de los pataches o los quechemarines amarradas muy cerca de las casas. Aún no han llegado los rellenos que darán más amplitud a esta zona privilegiada de mi ciudad.

El cuadro es discreto, pero hipnótico. Quizá uno no repare en él así de primeras, pero si lo miras con detenimiento quedarás atrapado. Buscarás el detalle, compararás el entonces y él ahora, y descubrirás la mano, la sensibilidad, la presencia del artista, la de Paul Ratier, uno de esos personajes tocados por el talento a los que ni en su época, ni pasados los siglos, se le reconocerá lo suficiente.

6 comentarios:

© Luis A. Gutierrez Cueva dijo...

Hola Peter muy interesante este articulo de uno de los genios que plasmo la Santander de finales del siglo XIX estoy de acuerdo contigo en muchas cosas de las que expones .
Ojala podria hacerme de para mi coleccion con algun grabado de este autor .
De paso te invito a visitar mi blog en el que expongo los mapas y grabado que voy consiguiendo sobre Cantabria y Santander .
Saludos

Edu_Rob dijo...

De lo mejor que he leído en los último tiempos. Y lo digo en serio. Me ha encantado, Pet.

JAVI-SHATT dijo...

ME ENCANTA EL CUADRO.
GRAN RELATO,SI SEÑOR.
SE PODRIA ESTO CONSIDERAR PERIODISMO DE INVESTIGACION? CREO QUE SI.
UNA PENA QUE TU TALENTO PERIODISTICO ESTE DESPERDICIADO EN UNA REVISTA DE MODA.
GRACIAS POR AYUDARNOS A SABER MAS DE NUESTRA HISTORIA.

Peter Mihm dijo...

Gran Blog, Luis A. A mí también me encantan los mapas, pero mi pasión no tiene la magnitud de la tuya.

@Edu Rob: Me alegro de que te haya gustado la historia.

@Javi: ¿Talento? ¿Desperdiciado? Jajajaja. Gracias, amigo. Como decía José María García: "... en esta profesión de contadores de historias...". Yo me conformo con tener alguna buena historia que contar de vez en cuando. Y te garantizo que esto tiene muy poco de periodismo de investigación. Dos nociones de historia al alcance de cualquiera y el resto, cosecha de la casa, pero sin mayores alardes.

Eso sí, a mí esta historia me encanta, pero en sí misma.

Anónimo dijo...

Hola! Acabo de heredar un retrato de un pariente... de Paul Ratier! Investigando en internet, me he encontrado con tu blog y con esta entrada y me ha hecho mucha ilusion. Sabes donde puedo encontrar mas información? Voy a Santander con regularidad, y me encantaria ver mas cuadros de el. Muchas gracias! S.

Peter Mihm dijo...

Debería haber actualizado esto hace tiempo, pero bueno, lo hago ahora que me he acordado:

http://centrodeestudiosmontaneses.com/wp-content/uploads/DOC_CEM/BIBLIOTECA/EDICION_CEM/paul_ratier_un_artista_con_leyenda_2013.pdf

Una maravilla de libro del gran Francisco Gutiérrez Díaz, el hombre que más sabe de Ratier y de muchas otras cosas.